lunes, 21 de junio de 2010

LAS PESCAS


Cuenta la Sra. Laura Pérez de Rodríguez que algo que a ella le gustaba y que recuerda muy bien y con alegría, era la época de las pescas. Se hacían en el Río Lempa, antes que tenía mucho pescado.  Antes de la semana Santa y durante los días de Cuaresma, los hombres se preparaban para hacer las famosas y tradicionales pescas.

Normalmente, nos íbamos como a las nueve de la mañana par a aprovechar el día en el río y preparar todo  para la noche ya que la pesca era temprano de la noche.  Todos los niños y niñas desde que llegábamos nos poníamos a jugar con la arena y con las piedrecitas bonitas y a bañarnos, yo tendría unos años de edad, cuando hacíamos eso.

La mayor parte de pescado eran bagres, pero antes había de varias clases, hasta de uno que le decían TPmechin y guapote.  A estas pescas asistía mucha gente, las familias enteras se iban a acampar a la playa, mientras los hombres pescaban, las mujeres preparaban la comida, hacían los fogones a la orilla de la playa y colocaban los peroles o las ollas con agua al fuego para que así al nomas salir el pescado lo echaban en la olla con el agua hirviendo de manera que rápido estuviera la sopa para cenar juntos.

Normalmente acostumbraban hacerlo los fines de semana. Nos poníamos de  acuerdo con otras familias del lugar, acerca del lugar donde acamparíamos y en grupos nos íbamos para la playa. Siempre lo hacíamos en grupos porque los lugares en esos tiempos eran muy “funestos”, mucha vegetación.  Las playas eran muy solas, solamente se veía árboles, plantas y animales.  Era muy bonito estar en la playa en la tarde, ver la puesta del sol a la orilla del agua, y bañarse cuando en la tarde está llegando la hora de la oración.

Lo bueno es que antes, uno no tenía lo miedos como ahora de que no se pueden dejar las casas solas, por el miedo a los ladrones. Nosotros vivíamos en el Cerro de Las Flores, y bajábamos por el lado de El Panital. En ese tiempo solamente había una casa, el ranchito de nana Minga, como cariñosamente le llamábamos y la casa donde ahora está el corral que era de don Alejandro. (allí donde el enterró el dinero). Los caminos para llegar hasta el río eran unas vereditas que apenas se podía caminar por ellas. Nunca me imaginé que tiempo después el panital sería mío. En ese camino la viejita,  nana Minga a veces tiraba ceniza y cuando  nosotros pasábamos nos llenábamos los pies al pasar.

Llegaba mucha gente, especialmente “la muchachada” (los jóvenes). Bajábamos por lo que ahora es el conacastillo, creo yo. Porque ahora todo está diferente. Antes el río pasaba por donde ahora está solo el bracito. El terreno que Don Juan Rodríguez le vendió a Manuel Herrera, eso estaba a este lado, porque el río corría en dirección recta y ahora da la vuelta, y se ha llevado mucho de los terrenos de este lado de la corriente. Pero el agua poco a poco va lavando, va lavando y comiendo este terreno hasta agarrar otro cauce.

En fin. Cada familia se organizaba en pequeños grupos pero muy cerca uno del otro y se preparaban las hornillas para cocinar. Era muy bonito cuando empezaba el trueque, es decir a compartir e intercambiar platos de comida especialmente tamales,  o de alguna golosina que se llevara. Batidos, atados de dulce, conservas, frutas como Jocotes y mangos. Algunas de las mujeres hacían pan amasado, salpores, marquesote, en fin que en el río todo se siente más rico que de costumbre.

“cuando nosotros estábamos cipotonas, escuchábamos la buya que iban a echar barbasco en el río. Desde bastantes días atrás los hombres se preparaban con lo necesario para la pesca. Y, nosotras las mujeres también hacíamos nuestra parte. Preparábamos suficientes tortillas,  algunas mujeres hacían tamales para ir a vender al río y otras hacían pan. Uno solo hacía sus tortillas y allá se hacía la sopa de pescado,  lo que más salía en la pesca eran bagres. Como a esta hora (9 am) Los hombres se preparaban con las atarrayas, que estuvieran buenas; unas atarrayas eran para agarrar butes y les decías buteras, éstas eran de tejido más tupido que las otras para pescado mayor.

También construían tapexcos, eran pequeñas trampas que hacían de una armazón de madera, en las pequeñas chorreras, para que cuando el pescado pasara por allí quedara atrapado entre los palos del tapexco. Y uno en la playa esperando, de pronto se veía aquel puño de pescados brincando moribundos a la orilla del agua, entonces los mataban con machetes, con palos  o con lo que se pudiera. En ese tiempo Lempa tenía mucho pescado.

Algunos hombres, principalmente los jóvenes llevaban guitarras  y después que ya todo estaba listo y que ya había pasado la cena, se reunían y se ponían a tocar y algunos hasta cantaban canciones románticas o rancheras. Tocaban de todo. Se pasaba bien bonito, era una fiesta popular.

A la hora acordada todos los hombres se iban para la parte de arriba del río y echaban el barbasco, que iba bajando con el agua poco a poco, con eso el lo iban a tirar bien arriba. Los hombres pescadores iban adelante con las shulas para echar el pescado, y a eso de las 7 de la noche llegaban al campamento con las shulas repletas de pescado de una que le decían buta, filines y hasta chacalín.  Era raro, pero a veces agarraban camarones, claro eso era raro y creaba escándalo, no era común, pero todavía se agarraban.

 Recuerdo que mi mamá siempre nos preguntaba: ¿a dónde quieren ir?  Refiriéndose a la playa a la que queríamos bajar. José Rivas tenía una mula que se llamaba “morena”, y montado en ella llegaba al río para estar con nosotros. Yo no fui muchas veces, pero sí, por lo menos fui unas tres veces.

Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario